La lana y el comienzo de la agricultura

El tiempo de los cereales ni de la carne congelada; Buenos Aires podía cumplir con las exigencias del momento porque Buenos Aires comenzaba a esquilar 20 millones de ovejas y empezaría a inquietarse profundamente por la producción de carnes. La unidad nacional pudo pues realizarse tomando por base la idiosincrasia económica que modelaría el mercado mundial por intermedio de Buenos Aires. La posesión de la tierra, el principio de organización del gobierno municipal y la vida en común impuesta desde luego por las condiciones imperantes en el lugar de emplazamiento de la colonia, pero además impulsada por el origen común, el idioma, las costumbres y el objetivo, eran las características que ellas iniciaban. Las colonias terminarían con la era de los aventureros que arribaban a América deseosos de labrar rápida fortuna y emigrar. Comenzaba con ellas la época propicia al afianzamiento de la población y ninguna causa sería más eficaz para alcanzarlo que la posesión de la tierra.

La actividad de las colonias contribuyó a valorizar las tierras y preparó la etapa de la colonización particular, intermedia según se sabe entre aquélla y la explotación por arrendamiento. Influyó pues en la formación de una capa de campesinos propietarios, cuyas concepciones sociales tuvieron decidida intervención en los acontecimientos que en fecha próxima contribuirían a la formación económico política del país.

La agricultura no era sin embargo en concepto de los hombres de Paraná la única actividad que atraería los brazos y el capital europeos. La minería y algunas industrias del interior merecieron acertadamente su apoyo. Los yacimientos de oro Luis, Catamarca y Salta brindaban perspectivas favorables a poco que el Estado pudiese aplicar los recursos sin duda cuantiosos que requería su explotación. Desde luego ella era prohibitiva al capital privado en razón de la acción perseverante y de lucro a plazo incierto que ofrecían.

En Mendoza las minas de Salamanca, Valencia y Santa Elena, comenzaron a producir galena argentífera y cobre que llevado a través de la Cordillera a Valparaíso se exportaba a Europa. San Juan, cuya constitución geológica similar a la de Mendoza aconsejaba recordarle abundantes posibilidades en la explotación minera poseía 11 minas y dos molinos para moler el material, oro encerrado en ganga calcárea y plata ligado al sulfuro de cobre. En Valle Fértil, en Chilca y en general en casi todos los valles de la provincia existía algún filón metalífero, objeto frecuente de explotación. En La Rioja el distrito minero más importante era el de Famatina cuyos trabajos de extracción de plata comenzaron en 1816 y continuaron con suerte variada hasta la conocida intervención de Quiroga. En 1849 se había intentado nuevamente iniciar los trabajos interrumpidos 15 años antes, pero la virtual oposición de Rosas fue un impedimento insalvable. Posteriormente a Caseros los trabajos fueron reiniciados. Cuando en 1857 fueron visitados esos yacimientos por Moussy existían 42 minas de plata y 2 de oro en plena tarea. El propietario del distrito Santo Domingo había fundado una sociedad anónima con un capital de 50 mil pesos fuertes. También los metales de Famatina se llevaban a Chile desde donde eran embarcados a Europa: en la época de su visita (1859) el doctor Moussy calcula que el rendimiento anual de esos yacimientos oscilaba entre 120 y 150 mil pesos fuertes. En Catamarca la minería se especializó en la obtención del cobre; una sociedad fundada con capital británico adquirió en 1856 las instalaciones de la empresa que obtenía el mineral; su capital era de 160 mil pesos fuertes. En otras provincias de la región montañosa, Córdoba, Tucumán, Salta y Jujuy, existían importantes yacimientos de diversos metales preciosos, hierro, carbón, etc., que fueron con frecuencia objetos de denuncia y aun de trabajos iniciales. Por supuesto que la técnica está completa en las labores mineras existentes. La incertidumbre y en parte el azar crean las carad.es sin embargo retener que acaso por una tradición que venía yendo por muchos años aún, una actividad que daba personalidad económica y técnica a un extenso sector del interior. Hasta que las inquietudes del país se polarizaron alrededor de la riqueza agropecuaria del litoral, es decir hasta el momento en que la economía argentina fue reestructurada por el capital extranjero, la obtención y la utilización de su riqueza minera constituía la fuerza y el recurso del interior.

El interior ostentaba asimismo extensas zonas destinadas a cultivos apropiados a cada clima. Los más importantes eran ya las plantaciones de caña de azúcar de Tucumán y los tabacos y viñedos de Tucumán, Corrientes y Mendoza respectivamente. La primera se había iniciado hacia 1815; había experimentado todos los perjuicios derivados de la guerra civil, pero los había superado y en la época en que la provincia fue visitada por el doctor Moussy producía un millón de kilogramos de azúcar: y en cuanto a la agricultura de Mendoza en esa misma época y por la misma fuente se sabe que tenía 60 mil hectáreas bajo cultivo, “cantidad muy considerable para el país; pues ninguna provincia argentina puede ofrecer semejante extensión de suelo cultivado”, dice Moussy. La penuria financiera, no obstante, los múltiples recursos a que acudió el gobierno de la Confederación, como la innovación monetaria de Fragueiro y el empréstito Buschenthal, desembocó en la idea de los derechos diferenciales. El gobierno de la Confederación se proponía neutralizar la absorción comercial que a pesar de la separación continuaba ejerciendo Buenos Aires. Tampoco ella fue viable. La estructura comercial no podía improvisarse y ella contaba con siglos de experiencia en la ciudad de Buenos Aires. Por lo demás la navegación se hallaba dificultada en su acceso a Rosario no porque el Paraná fuese inabordable a los barcos entonces a flote, sino porque No existía de ese río una carta suficientemente detallada, carecía de balizas que materializaron el conocimiento de sus condiciones hidráulicas, faltaban prácticos, etc. y por último es justo reconocer que las mercancías que esos barcos buscaban no eran las que producía o comenzaba a producir la Confederación. Esa producción se hallaba en las llanuras de Buenos Aires, eran el cuero, la lana, el tasajo, la cerda, etc. Hasta que Europa enviase su flota en busca del trigo y del maíz, la hora del puerto de Rosario y en consecuencia de la zona litoral de la Confederación no habría de hacerse presente. En cuanto a la producción del extremo occidental y noroccidental ella continuaría buscando la ruta de Chile; la ulterior implantación del ferrocarril pudo facilitar su acceso al costado oriental del país; pero el ferrocarril no vendría a fomentar implantaciones mineras y la consecuencia fue que ellas quedarían por largo tiempo postergadas.

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