No obstante que desde algunos años antes de 1880 se registró la exportación de cereales, esta actividad continuó manteniendo su característica variabilidad hasta la última decena del siglo xix. En efecto la de trigo debió esperar a 1893 para saltar bruscamente al millón de toneladas y mantener volúmenes similares: y la de maíz, si bien en 1890 ya enviaba al exterior 700 mil toneladas, recién a partir de 1895 cifras de indudable valor le acuerdan el carácter de una actividad afianzada.
Entre 1880 y 1890 el desarrollo de la agricultura comenzó a superar la cuota requerida por el consumo interno y la semilla. Si bien desarrollada, como hemos expresado antes, desde la época de la colonización e impulsada por la ejecución del ferrocarril de Rosario a Córdoba, los saldos exportables no alcanzaban a cifras muy elevadas en razón del crecimiento que experimentaba el mercado interior.
Ya en 1888 se puede perfilar la orientación que habían de seguir los cultivos; la provincia de Santa Fe daría preferencia a la siembra del trigo en toda su mitad sur y del lino en una parte de la mitad norte, en tanto que las provincias de Buenos Aires y Córdoba darían preferencia a los cultivos destinados a la cría del vacuno. En efecto, en el año mencionado la provincia de Santa Fe tenía bajo cultivo 400 mil hectáreas de trigo mientras Buenos Aires con un número mucho mayor de habitantes sólo tenía 250 mil; pero mientras la de Santa Fe destina al maíz y la alfalfa respectivamente 60 mil y 30 mil hectáreas, la de Buenos Aires les destina 500 mil y 100 mil respectivamente y la de Córdoba que no tenía sino 50 mil hectáreas de trigo sembraban 80 mil de maíz y otro tanto de alfalfa.

Siete años después, es decir en ocasión del censo de 1895, esta característica resulta ligeramente modificada. En efecto, Santa Fe ha logrado cultivar 1 millón de hectáreas de trigo, manteniendo su condición de productora de la mitad de lo que obtiene el país, mientras Buenos Aires, apenas alcanza a cultivar 370 mil y Córdoba poco menos de 300 mil, casi igual que Entre Ríos. Estas dos provincias han entrado resueltamente en la producción triguera al amparo del desarrollo de su respectiva red ferroviaria. En lo que atañe a los otros cultivos mencionados, maíz y alfalfa, Buenos Aires con las 670 mil hectáreas del primero, supera ampliamente a Santa Fe que siembra 186 mil y a Córdoba que alcanza a sembrar poco menos de 100 mil. Buenos Aires realiza un progreso sumamente lento en la siembra de alfalfa, 160 mil hectáreas, poco superior a la cifra de Santa Fe, pero inferior a la de Córdoba que es de 200 mil.
El progreso agrícola de Buenos Aires ocurre en realidad muchos años después que las demás provincias del litoral y es explicable porque su mayor riqueza ha continuado siendo el vacuno. Hasta que éste entra de manera franca en las costumbres y usos del frigorífico, y ello ocurre después de la prohibición por parte del gobierno británico del embarque en pie, la influencia del ovino sigue siendo todavía acentuada. Cuando el vacuno comienza a destinarse exclusivamente al frigorífico.es decir, a partir de los primeros años del siglo actual, el desalojo de los ovinos se produce de manera brusca y entonces los campos de Buenos Aires pueden destinarse al cultivo agrícola. Poco después de iniciado este proceso, en efecto, Buenos Aires reducirá su existencia de ovinos desde 52 millones hasta 34 pero en esa misma época habrá de superar extensamente a todas las demás provincias en la cifra de todos los cultivos. Contendrá entonces la mitad de la riqueza agropecuaria del país.
Si bien como lo hemos observado con respecto a Córdoba y Entre Ríos, el desarrollo del ferrocarril ha tenido una influencia muy favorable en lo referente a la extensión de los cultivos corresponde expresar que, en el caso de Buenos Aires, no contando aún con su dilatada superficie y la indudable riqueza de su suelo, el éxito de su agricultura depende fundamentalmente del hecho de haberla realizado como una actividad conjunta y derivada de la ganadería. Las ideas que en este sentido venían expresándose en diversos sectores de los ganaderos y que, durante el período de mestización de la oveja, que ocurrió inmediatamente después de Caseros, fueron difundidas en forma insistente y destinadas a la obtención de un definido tipo de lana, podían realizarse en la campaña de Buenos Aires en cuanto el frigorífico impuso la provisión de variedades dotadas de características establecidas. La agricultura entrará pues a desarrollarse combinada con la ganadería no como una dependencia de ella sino como el natural e imprescindible proveedor de la materia prima que permitirá a la otra rama producir los ejemplares requeridos.