Primeras consecuencias del frigorífico.
Durante la década de los 80 la economía y en consecuencia las políticas argentinas experimentan una modificación sustancial cuyo origen depende de la incorporación del frigorífico a la técnica de la explotación agropecuaria. Se sabe que en 1883 ocurrió la instalación del establecimiento Sansinena y poco después el mismo año el del Anglo Campana y en 1886 el del Anglo las Palmas. Será luego necesario esperar hasta 1902, para agregar a aquéllos, nuevos establecimientos. En consecuencia, cabe admitir que en los primeros años de esa década la industria frigorífica había ya hallado su forma de expresión técnica más acabada.
Las perspectivas que ello abría a las industrias agropecuarias de la Argentina eran dilatadas. Se trataba de lograr el mercado de Gran Bretaña para la colocación de las carnes argentinas. Los cereales habían abierto ya esa ruta. El hecho de acondicionar la carne y poder colocarla en las carnicerías londinenses, donde ya se agrupaban 4 millones de personas, significaba, ni más ni menos, que llevar las propias llanuras argentinas hasta las proximidades de la capital del Reino Unido. Significaba además modificar de raíz la teoría vigente en ese momento, según la cual sólo le era posible a la Argentina dedicarse a la cría de la oveja con el fin de esquilarla y entregarla luego a la grasería y significaba, por fin, que la ganadería bovina entraba al mercado mundial por otros medios que por su cuero: también la carne de bovino que ahora podía ser mejorada acordándose una finalidad inmediata, entraría en las preocupaciones del ganadero argentino y como consecuencia en el mercado británico.
La revolución realizada por el frigorífico venía diseñando en el horizonte económico desde algunos años antes. Tellier Irradias a la temperatura de 0° por medio de la evaporación Ciencias de París en 1872. Los experimentos decisivos se hicieron. La Academia dio fin a su tarea asegurando la posibilidad de conservar la carne por medio del frío. Son conocidos los detalles de realización y los resultados obtenidos por las primeras tentativas de enviar carne a Europa usando el procedimiento de Tellier. Los viajes de “Le Frigorifique» en 1876 y deL Paraguay» en 1877, en los cuales se enviaron algunos cargamentos de carne de vacuno y de ovino, despertaron particular interés y precedieron a los que los ingleses con mayor oportunidad y sentido práctico, implantaron a partir de 1880, luego de favorables ensayos realizados con el transporte de carne australiana a la metrópoli.
La sucesión ininterrumpida y veloz de estos acontecimientos, tuvo una rápida repercusión en la Argentina. Ellos aceleraron la mestización del vacuno para ponerlo en condiciones de aceptación por un consumo relativamente exigente como era el británico: modificaron el planteo realizado y mantenido durante cerca de 40 años en lo referente al ganado ovino; y propiciaron la expansión de la agricultura. La consecuencia de todo ello desemboca en un nuevo agrupamiento de fuerzas que desencadena la crisis del 80; ella impulsa al país a la solución de múltiples problemas no resueltos hasta entonces.
Hemos expresado antes que la tenencia ganadera dentro de los límites de las fronteras oficiales de Buenos Aires llegaba a cifras tan elevadas que ofrecía verdaderos síntomas de sofocación ya en 1867 cuando se inicia el desborde de los ovinos hacia los campos de Santa Fe y Córdoba; las cantidades que poseía Buenos Aires y la difícil salida que podía propiciar a los crecimientos anuales, era una de las causas que habían contribuido en forma más eficaz al encarecimiento de la tierra. El aumento anual de vacunos era casi totalmente absorbido por el consumo interno, pero el de ovinos que en aquel año estaba sobre los 6 millones de cabezas, exigía una creciente extensión en los campos que no podía alcanzarse sino habilitando el de las provincias vecinas. Esta fue indudablemente una de las razones que impulsaron a la obstinada oposición de los terratenientes de Buenos Aires a la incorporación de la agricultura en sus tierras. Aquel recurso que queda perfectamente establecido en las cifras del cuadro que precede, era asimismo de aplicación parcial porque los campos de dichas provincias se ganaban de manera obstinada por la agricultura; y, en consecuencia, al elevarse los precios de la tierra, también fue parcial su gravitación en contra de la referida resolución.
En 1876, 77, 78, 79 y 1880 eran Casares los que adquirían en las cabañas inglesas los más hermosos ejemplares para aumentar los planteles de las suyas en la Argentina», Si se recuerda que la importación de alambre mestización del ganado, se había mantenido en 5 millones de en 1879 a 10 millones para subir en el 80 a 13 millones y a casi 22 millones en 1881.

Todo ello implica que la concepción de los estancieros bonaerenses que los inducía a llevar el vacuno hacia los campos de la periferia recién incorporados a la explotación mediante un esfuerzo permanentemente orientado a empujar la línea de fronteras hacia el oeste y el sur de Buenos Aires experimentaría una fundamental modificación. En virtud de aquellos conceptos el vacuno debería limpiar los campos de pastos duros a fin de dejarlos en condiciones de alojar luego al ovino que representaba en esa época “la explotación civilizada». Si estos puntos de vista eran admisibles cuando el vacuno era de pura raza criolla y su destino el saladero o la grasería, y la mestización hacía de la oveja el elemento preferible, ellos habrían de modificarse desde el momento en que se iniciaba para el vacuno una época de gran valorización. Por otra parte, este gradual mejoramiento de los rodeos exigía no ya los pastos blandos destinados a la oveja luego de una estada previa del vacuno, sino la existencia de praderas dotadas de alto grado de alimentación, capaces de asegurar el engorde apropiado al cabo de un reducido número de años. Y ello conduciría a los campos alfalfa dos, luego a las más diversas forrajeras y por último o simultáneamente a los cereales.
El frigorífico se traduce por una modificación subastan los viajes de «Le Frigorifique» y «Le Paraguay» un enérgico sido desarrolladas sobre la base de la producción de lana es Buenos Aires, del sur de Córdoba y del sur de Entre Ríos y acceder a la influencia no sólo de la raza Lincoln sino posteriormente de la Romney Marsh, Hampshire Down, etc., productoras de carne. Esa transformación comenzó a hacerse sentir en las zonas mencionadas en razón de la proximidad del frigorífico o de la existencia de campos cuya calidad alimenticia permitía emplear razas más exigentes. Por lo demás podía operarse con los ovinos, como realmente ocurrió, una diversificación que adaptara las exigencias de cada raza a los campos adecuados; es decir podía realizarse una vasta división entre los animales destinados a producir carne y los que debieran producir, exclusivamente o no, lana.
Para los primeros se destinarán los campos apropiados del sur de Buenos Aires, en tanto que, para los otros, mientras la zootecnia argentina propiciará la creación de razas destinadas a producir simultáneamente carne y lana, podían utilizarse los campos de la Patagonia. Posteriormente a los viajes de Darwin y D’ Orbigny, y sin perjuicio del dominio que nominalmente ejercían los indios, numerosos viajeros como Moreno, Lista, etc., habían informado acerca de las posibilidades que ofrecía esa extensa zona virtualmente argentina. Por lo demás ese problema de ampliar la extensión destinada al ovino y de ampliarla con el mismo criterio que se había aplicado 30 o 40 años antes, cuando la Argentina decidió transformarse en gran productora de lana porque este rubro de la producción era propio de campos de reducido valor y situados a distancia del mercado consumidor de carne, tenía ahora una solución similar. Los campos más valiosos de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, serían destinados a la producción de carne, porque además del valor de sus tierras, existía allí el frigorífico, que equivalía al mercado consumidor, porque virtualmente se identificaba con él, en tanto que las tierras menos valiosas y más distantes de la Patagonia, se dedicarán a la producción de lana.
En ese momento este problema se conectaba con otro de carácter internacional y que aconsejaba en forma imperiosa la ocupación de los campos situados más allá aún del Río Negro: Chile había expresado en diversas oportunidades claros propósitos de ocupar la Patagonia, y en ese instante se hallaba en situación muy favorable para tentarlo porque sus triunfos en el Pacífico norte alentaban la seguridad de una mayor potencialidad económica y bélica que la Argentina.