Pero el funcionamiento de los ferrocarriles en la forma inicial en que se desarrolló entre 1857 y 1880 había introducido un factor de importancia trascendental para el desenvolvimiento del combustible había alcanzado a 650 mil toneladas. Como quiera que el consumo de los ferrocarriles aumentase en la misma medida en que lo hacía la longitud de sus líneas, se debe expresar que en las cifras mencionadas queda incluido el combustible necesario para el funcionamiento de las industrias y para las exigencias menores de la población. Ya en 1870 el gobierno había abordado la importancia que tenía para el país la posesión de yacimientos de combustible. Un decreto de ese año acordaba un premio de 25.000 pesos al que indicara la existencia de una capa carbonífera explotable.
Ese premio no ha sido todavía acordado, pero sirvió para estimular la búsqueda del referido mineral. A unos 10 años de la fecha de ese decreto el Dr. Moussy en la obra que hemos citado repetidas veces, llamó la atención acerca de ciertos hallazgos carboníferos en el territorio de Misiones; posteriormente Stelzner hizo lo propio con los yacimientos de Marayes en la provincia de San Juan y luego por iniciativa del gobierno nacional el ingeniero Richard fue encargado de realizar una exploración referente a la riqueza mineralógica del país; en su informe confirma las anticipaciones de Stelzner respecto al yacimiento de Maynas.
En 1876 don Ricardo Napp había llamado la atención sobre el carbón de San Juan y luego el Dr. Burmeister hizo lo propio con algunos yacimientos localizados en Mendoza. Ninguno de ellos fue objeto de un sostenido interés y consecuentemente el país se orientó hacia el consumo del carbón importado desde Gran Bretaña en volúmenes cada vez más considerables, y en condiciones gradualmente más convenientes. Durante el período 1870-76 el gravamen aduanero al carbón era del 25% al valor; en 1877 fue rebajado al 16% y en 1879 a 11%; en el quinquenio 1880-84 fue del 6 % y a partir de 1885 la importación fue libre. Se ha dicho de manera insistente que el predominio mantenido por Gran Bretaña durante el siglo xix se debe preferentemente a la producción y exportación de carbón y que él comenzó a declinar a partir del momento en que el motor Del impulso el consumo de petróleo.

La medida en que esta apreciación sea válida con respecto a la Argentina, se podrá abarcar recordando que por todos los medios comúnmente en uso ella fue desalentada y trabada en toda acción tendiente a lograr una relativa independencia energética. Pero lo que corresponde expresar es que dentro del período que estamos tratando queda fijado de manera categórica el hecho que nuestro país entrará en la órbita de las naciones dependientes de Gran Bretaña en lo referente al consumo de combustible. Gran Bretaña envía barcos que llegan aquí a buscar cereales, cargados de mineral que en forma cada vez más voluminosa requieren los ferrocarriles y exigen las necesidades domésticas e industriales de la población. La carga en ambos sentidos que queda así asegurada concurre al más alto rendimiento de la flota y al mejoramiento del precio de los artículos británicos en el mercado mundial. La provisión de carbón constituirá asimismo el eje alrededor del cual ha de girar ese gigantesco mecanismo que integrarán los ferrocarriles, los barcos y la industria británica. Por último, permitirá graduar el desarrollo de la industria argentina y regular el ordenamiento económico y social del país.
Bastará para organizar este vasto programa tener presente que el carbón será desembarcado en el costado oriental del país y transportado al interior mediante los ferrocarriles. Una imposición de la economía de la empresa, establece que la fábrica debe instalarse en la mayor proximidad de la mina del combustible, es decir que este último debe recorrer la mínima distancia para asegurar el mejor rendimiento económico. Para la Argentina la boca de la mina estaba pues en el litoral, en los puertos, y de consiguiente aceptar la sujeción exclusiva al carbón británico significaba echar las bases para la concentración en su zona litoral. Todo intento de explotación de los minerales de la montaña y todo propósito de reanudar las actividades manufactureras del país bajo una nueva envoltura caducará ante el hecho de que la base física del sistema de producción capitalista, el combustible, debía no sólo recibirse de Gran Bretaña sino aun viajar en las líneas férreas, virtual apéndice de la industria británica.