Aun cuando en este período ocurre el auge de la lana, es decir la feminización de las majadas, se realiza al máximo, con el objeto de satisfacer la enorme demanda que simultáneamente hacen los telares franceses, belgas, norteamericanos y británicos, eso nos indica que los negocios referentes al saladero y sus privados, no obstante, su decadencia visible, no representaran una fuerza de gravitación ponderable. El saladero había entrado en una zona de reducción innegable, pero conservaba aún rubros de gran valor, como los cueros que negociaba secos y salados, la propia carne salada y desde luego las demandas del mercado interno que al amparo del aumento progresivo de población eran cada año más importantes. En 1866, en efecto, solamente para el abasto de la ciudad de Buenos Aires se destinaron 470 mil cabezas de ganado lanar y 590 mil de ganado vacuno.
Durante el año 1862 el valor de la exportación de productos ganaderos por la aduana de Buenos Aires, estuvo representado por las cifras que van a continuación y que miden solamente la producción de esa provincia:
Pesos moneda corriente
Lana 2.096.953
arrobas 164.786.710
Cueros vacunos secos 572.987 39.074.690
Cueros vacunos salados 317.355 28.742.160
Carne salada 20.000
ton. 50.000.000
Lo que indica que, en el total, del cual hemos prescindido, de rubros menores, como cerda, cueros lanares y yeguarizos, etc., los sectores ganaderos dedicados a la explotación del vacuno representan un valor de exportación de unos 120 millones de pesos moneda corriente, sobre un total de 385 millones. La relación de fuerzas de los respectivos sectores irá modificándose en la medida en que se acrecienta el volumen y desde luego la calidad de la lana exportada. Así en 1865 el de esta última alcanzó a casi 400 millones; la suma de los valores correspondientes al otro sector, no obstante que ese año exportó más de 1 millón 200 mil cueros secos, solamente alcanzó un valor oficial, comprendiendo cueros secos y salados y tasajo, de 200millones.
El negocio del vacuno reducía pues su rendimiento en forma acelerada. Avellaneda en su “Estudio sobre leyes de tierras públicas”, asegura que está demostrado con los incontestables argumentos de los números, que el ganado vacuno es hoy (1864)una especulación ruidosísima para el ganadero; y Eduardo Olivera en su “Miscelánea”, comentando esa expresión agrega que en 1866 “sería inútil volver a demostrarlo, cuando desde entonces acá los precios han descendido de un 20 a un 30%y por consecuencia, que solamente puede existir el vacuno conservándose por algún tiempo más, sobre los campos libres de arrendamiento, sin que tengamos la más remota esperanza de verla fijarse de una manera estable, si no se le ayuda liberalmente por medio de nuestras leyes agrarias”. El entonces presidente de la Sociedad Rural don José Martínez de Hoz afirma a su vez: «Hay épocas del año, en que valen 1 peso fuerte las doce o catorce arrobas de carne gorda con huesos que produce un novillo. El beneficio de las ciento veinticinco libras de tasajo que ellas producen, cuesta a la salderita 10 reales fuertes, mientras que el valor del quintal de 100 libras, apenas vale 12 reales de la misma moneda. La carne de un novillo produce, por consecuencia, 15 reales, y contando el beneficio 10, quedan 5 reales solamente que deben repartirse entre el propietario del animal y el que lo beneficia. En diciembre o marzo, cuando más, puede contarse como máximo de 6 a 8 reales fuertes. De manera que la carne se puede decir con exactitud desde que una cantidad tan exigua debe repartirse entre el capital del productor y del fabricante, no tiene valor alguno, como sucede en muchos meses del año en que apenas se paga el del cuero y sebo. de una res”. Y el propio Olivera, que debe ser considerado el escritor más significativo de su época casi no pasa artícu1lo suyo en los Anales de la Sociedad Rural Argentina sin que aluda en los términos más sombríos a la deprimida situación de la ganadería bovina. “Lo repetimos, lo repetiremos siempre, dice en su estudio sobre la industria rural en 1866, la ganadería está hoy en perfecta ruina. Es completamente perdida si cuanto antes no vienen medidas altamente enérgicas y liberales a sacarla de su postración… Sabemos que el ganado vacuno es hoy una especulación ruinosa, que solamente puede sostenerse con la perspectiva de adquirir más tarde la propiedad de la tierra que ocupe y esto a bajísimos precios, para que así la pérdida que la especulación deje, pueda decirse que se capitaliza en tierras.» Y en otro sitio, a manera de síntesis expresa categóricamente que el exclusivo y reducido valor del vacuno consiste en el cuero y el sebo que se obtenga.
Este es el punto de vista de los ganaderos típicamente progresistas del momento. Los dedicados a la cría de la oveja no veían momentáneamente la salida para la economía nacional sino por intermedio de la Lana. Este propósito de polarizar la riqueza que proporcionaba la oveja en la lana no cerraba por supuesto todos los cauces. Su punto de vista los conducía a formular un planteo que partía del hecho que la producción de carne tanto del vacuno como del ovino no debía exceder la demanda del mercado interno. Mantener algunas pequeñas manadas en proximidad de los grandes centros de población, destinadas a la provisión de carne del tipo que se producía en Gran Bretaña, pero sin olvidar que la base de la cría inglesa perfeccionada es una fuerte y adecuada alimentación y que si los prados bonaerenses son abundantes en parte del invierno y primavera, durante el verano los calores secan sus pastos y dejan los campos completamente desnudos. En cierto sentido hay pues, una analogía entre Gran Bretaña y la Argentina: lo que aquí realiza el verano con sus calores, allá lo hace la nieve del invierno. Para completar la analogía y crear y producir extensa-mente el tipo de carnero inglés de gran peso, es necesario realizar lo que Gran Bretaña hace durante el invierno es decir disponer de prados artificiales. Mientras el valor y por lo tanto la demanda de carne quede reducida a lo que exige el mercado interno, la orientación en la cría del ganado ovino debía dirigirse preferentemente hacia la producción de lana.
Las cabañas británicas habían probado suficientemente que mediante una alimentación apropiada podía obtenerse el tipo de lana que se deseara. Si, en consecuencia, el perfeccionamiento de la lana era un objetivo permanentemente propuesto al ganadero, esta faena conducía, a la distancia, a mancomunar la explotación pecuaria a la agricultura. Ello se impondría rápidamente cuando el descubrimiento de taller abriese ancho campo a la exportación de carne; entretanto y desde que el predominio de la explotación ganadera estaba en favor de la oveja, su mejora-miento podría lograrse destinándola a las tierras que tuviesen pastos naturales apropiados. Y éstos no serían los campos de pastos fuertes, aptos más bien para la cría del vacuno. A los campos dotados de estas características sería pues necesario componerlos previamente mediante el vacuno para que luego llegara la “especulación civilizadora de la oveja”. En tal sentido se debe recordar que durante la época en que la oveja era exclusivamente productora de lana fina le eran destinados en lo posible los campos situados alrededor de Buenos Aires. Los 150kilómetros que rodeaban la ciudad eran considerados los más apropiados para la cría. A medida que la línea de fronteras se extendía hasta el Oeste y el Sud esos campos eran previa-mente ocupados por el vacuno. La época de la lana se caracteriza por el virtual desalojo del vacuno y su expulsión hacia la periferia. Cuando el frigorífico solicite e imponga un determinado tipo de carne el fenómeno se producirá a la inversa: el vacuno reconquistará los campos próximos a Buenos Aires, y el ovino será a su vez expulsado hacia el oeste y el sur. La producción de lana absorbe pues todas las actividades del ganadero porteño y las absorbe de manera tan excluyente que le conduce a producir tan sólo el tipo de lana que le reclaman los tejedores británicos, belgas y franceses. À tal punto existía una vinculación estrecha entre los productores de lana y los usufructuarios del producto que era frecuente que éstos hiciesen conocer sus exigencias en lo referente a la calidad de la lana, a la cría de la oveja y aún que ofrecieran el envió gratuito de reproductores destinados a lograr una adecuada refinación de las majadas. Porque sin perjuicio de que esa uniformidad excediera el marco de los factores técnicos y tuviera una finalidad económica cual sería la de difundir en diversos lugares el mismo tipo de mercancías, a fin de manejar los precios, lo exacto es que por medio de la producción de Lana el ganadero criollo había entrado resueltamente en la explotación científica de los ganados.