Los hechos y las ideas económicas europeas y su trascendencia en la Argentina

Los hechos económicos.

Ciertamente el proceso económico argentino obedeció en líneas generales a los recursos propios del país y a los objetivos por cuya obtención empeñaron sus esfuerzos vastos sectores nacionales. En su desarrollo no puede dejar de advertirse la influencia decisiva del exterior. Desde el momento en que la circulación de mercancías llegó a medirse en escala mundial, ningún país ha permanecido insensible a las sugerencias o invitaciones del resto del mundo. La Argentina los experimentó de manera vehemente en cuanto Gran Bretaña, y posteriormente Francia, empezaron a recoger las primeras consecuencias de la revolución industrial. Es decir, la necesidad de hallar mercado para los productos, innumerables en cantidad y en sus aplicaciones, y obtener alimentos para la población sometida a un proceso de considerable crecimiento. Gran Bretaña rondaba el Río de la Plata, desde el último cuarto del siglo XVIII; anteriormente a esa fecha la bandera británica no era la que, cuando menos legalmente, ondeaba en sus aguas con mayor frecuencia; el predominio correspondía a la holandesa y a la francesa. Pero bastó que su capacidad productiva adquiriese las enormes proporciones que le prestó la fabricación mecanizada y que ello ocurriese simultáneamente con la pérdida de los “trece Estados” del Norte de América, para que intentase la expansión territorial en las más variadas latitudes.

El final del siglo XVIII fue una época de imperios en quiebra; todos los trazados realizados en los mapas a mediados de ese siglo se habían contraído a muy escasas dimensiones. Gran Bretaña inició la reestructuración de sus dominios en cuanto los acontecimientos ocurridos en la primera decena del siglo XIX en el continente europeo e intentó la formación de su imperio de ultramar. En esa decena había iniciado el poblamiento de Austria Tasmania y el Cabo de Buena Esperanza, y había intentado con éxito la conquista del Río de la Plata. Su fracaso militar no impidió continuar gravitando con suerte variada, en los acontecimientos de la zona, ya sea estimulando ostensiblemente la liberación de las colonias, ya pugnando por separar ambas imágenes del Plata en dos Estados independientes, ya evitando acceso del Brasil hacia la margen oriental de ese río.

El bloqueo continental había colmado de mercancías los almacenes británicos, sin posibilidades momentáneas de colocación; a su vez el problema del aumento de población, común a toda Europa, asumió en Gran Bretaña proporciones poco comunes. La búsqueda de mercados para las primeras, de posibilidades alimenticias y de lugares apropiados para desplazar la población sobrante, se realizaba afanosamente.

Los 185 millones de habitantes que aproximadamente tenía Europa en 1800, crecieron a 270 en 1850 y a 400 millones en 1900. Este fenómeno, con ser general, ofrece sin embargo realizaciones parciales de magnitud superior. En Francia, cuya población más crecida que las de todas las naciones de Europa le acordaba un decidido predominio militar, había pasado desde 1770 hasta 1800, de 20 a 26 millones de habitantes; en 1820 ya eran 32 m millones, y en 1855, 36 millones, no obstante que a partir de 1800 la tasa de natalidad fue allí permanentemente descendente. Gran Bretaña que desde 1381 hasta 1750 había pasado de 3 a 8 millones de habitantes, contaba en 1800 con millones, con 14 en 1850 y con 28 en 1900.Este acontecimiento que acuerda características propias todo el siglo xix constituye el tema más penetrante en las reflexiones de economistas y sociólogos en las primeras decenas del mismo; es habitualmente atribuido a los progresos realizados por la higiene y las ciencias biológicas que elevaron la es la natalidad de manera continua, el descenso más decidido de midan por las cifras que hemos mencionado antes. La longitud a mediado del siglo XVIII; en 1825 era de 38 años y hacia 1900de 54. El mismo hecho se mide en Gran Bretaña por 35 años a fines del siglo XVIII; hacia 1840 era de 42 años ya fines del siglo XIX había subido a 56.El aumento de población planteaba pues a Europa un problema extremadamente agudo; pero no era el exclusivo aspecto cuantitativo el que acordaba gravedad al acontecimiento; lo eran sí las condiciones de vida y de trabajo de la gran masa de la población; ellas imponían conjuntamente con el aumento de volumen en la producción de los artículos alimenticios la reducción de su precio; se lograría así concordar los precios con los salarios apropiados al desarrollo de la industria en las condiciones en que ésta se desempeñaba y con el índice de ocupación que tocaba niveles resueltamente elevados. Era, pues, un problema que afectaba más que un aspecto transitorio, un carácter representativo del régimen económico cuya implantación se realizaba obstinadamente en Europa.

La revolución industrial había sido precedida por una profunda modificación del régimen agrario: “el cercamiento” de las tierras, destinado a acrecentar su utilización en vista de un aumento de la producción de artículos alimenticios y de vestido, había empujado a la gran mayoría de los campesinos expropiados hacia las ciudades, dispuestos a vender allí su fuerza de trabajo. La desintegración del artesanado, la concentración de la manufactura y su mecanización, contribuyen conjuntamente al aumento de los trabajadores disponibles. La población de las ciudades se halló considerablemente acrecentada. A su vez el proceso de mecanización de la producción había decuplicado, y en ciertas industrias centuplicado la productividad individual, lo que determinaba la cesantía de millares de obreros y la consecuente rebaja de los salarios. La creciente demanda de alimentos derivada del aumento de población y de la reducción de los productores a causa de la evasión del campo, llevaba el precio de los alimentos a cifras exorbitantes.

El éxodo del campo había creado también la insuficiencia de la vivienda, y por fin la desenfrenada carrera por aumentar las ganancias, derivada lógicamente de un sistema que hacía pie en una agresividad sin igual del hombre hacia el hombre, agravaba la magnitud de todos esos problemas hasta límites inverosímiles.

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