Los intereses de los sectores ganaderos afectados a la explotación del vacuno y a la de la oveja, tuvieron expresiones de fuerte discordancia en febrero y en septiembre de 1852; diez años después de esa fecha pudieron concordar y contribuir con ello a unificar el país. En febrero de 1852 discordaron en febrero y en septiembre de 1852; diez años después de esa fecha pudieron concordar y contribuir con ello a unificar el país. En febrero de 1852 los ovejeros y cierto sector progresista del frente de los ganaderos adheridos al otro sector y conquistar el poder político. En septiembre del año de una experiencia política abonada por años de dáselas riendas del poder y el dominio de la virtual Capital de las Provincias Unidas. La separación y desde luego el rechazo de la Constitución de 1853, no son sino acontecimientos del nuevo que retuvieron el poder antes de febrero. Vélez Sarsfield, Emilio Castro, Vela, Lynch, etc. eran nombres que igualmente podrían caracterizar una y otra época. El sector de los ganaderos unidos al saladero y por extensión a los negocios que derivan de esa actividad en la ciudad, continuarían usufructuando la riqueza argentina limitada a un parcial sector del consumo. El problema de la tierra considerada desde el punto de vista de la extensión necesaria para alimentar los rodeos, introdujo, sin embargo, durante los diez años posteriores a 1852, una variación de tal importancia que la coincidencia parcial de ovejeros y propietarios de vacunos pudo realizarse alrededor de la unidad nacional.
Previamente a 1852 la defensa de las fronteras se limitaba a la formulación de tratados de paz con todas las tribus; el gobierno de Buenos Aires pagaba grandes tributos en ganados y otros artículos; «fomentaba entre los indios todo género de corrupción y de vicios, dice el coronel Álvaro Barros en su libro «Fronteras y Territorios Federales en las Pampas del sur”; permitía que se hiciese por su intermedio el ruinoso comercio de comprarles el fruto de sus rapiñas incesantes aunque no en grandes invasiones». Con este método y dentro de la aparente seguridad que acordaban, las fronteras, o mejor dicho los propietarios de tierras fronterizas, avanzaban en forma considerable llegando hasta las inmediaciones de Bahía Blanca. Cuando estalló el movimiento que desembocó en Caseros, este equilibrio aparente o inestable experimentó una súbita perturbación que redunda en enorme perjuicio a los pobladores de la campana; y prácticamente en poder de los indios. Bajo la influencia de zando muchas leguas hacia el oeste y aquietando considerablemente a los indios, estimulados por la falta de tropas. Pero a partir de setiembre de 1852, la preocupación permanente del gobierno bonaerense en la guerra con el resto de la Confederación, volvió a decidir el abandono de la línea de fronteras. Durante ese período, los indios tomaban parte en la lucha, ya a favor de uno ya del otro bando; concurran a los campos de batalla sin realizar acto alguno, pero arrasando en su retirada cuanto encontraban de valioso o de necesario.
Desde luego que el gobierno bonaerense trataba de reprimirlos en la medida de sus recursos; lo hacía sin embargo con largos intervalos y mediante esfuerzos transitorios. En 1853 envió al coronel Pedro Rosas y Belgrano: sus fuerzas empeñaron el combate de San Gregorio, entre Chascomús y el Salado; pero apenas roto el fuego los indios emprendieron la retirada hasta Tapalqué destrozando cuanto hallaron a su paso. En 1855 el gobierno de Buenos Aires envió al entonces coronel Bartolomé Mitre; éste se propuso caer de improviso sobre las tolderías de Catriel y Cachul, situadas en el arroyo Tapaiqué. La expedición partió de Azul, y regresó a los tres días luego de sufrir un rudo contraste; los indios lanzaron entonces ataques tan profundos que en distintas invasiones arrasaron la mayor parte del oeste y el sur de la campaña de Buenos Aires desde Pergamino hasta la costa del mar. Como consecuencia del exilio en 1856 la frontera quedó situada a muy poca distancia de la posición que tenía en 1828. El mismo gobierno, ejercido entonces por el doctor Obligado y luego por el doctor Alsina, envió sucesivamente al general Escalada y al coronel Granada, cuyas expediciones dieron aproximadamente el mismo resultado. Poco después el coronel Emilio Mitre realizó una nueva batida sobre los ranqueles, al oeste de Pergamino y el sur de Córdoba; pero la batalla de Cepeda y desde luego su período de preparación forzaron nuevamente al Gobierno de Buenos Aires a desentenderse de este problema apremiante. En esa batalla los indios concurrieron contra Buenos Aires; mientras las tropas de la Confederación perseguían los restos del ejército de Buenos Aires hasta San Nicolás, los indios efectuaban una correría en sentido opuesto arrasando una gran extensión de la campaña del norte y del oeste y retirándose a sus tolderías con una cantidad muy grande de animales. Desguarnecida la frontera hasta

después de 1861, los indios continuaron realizando nuevas incursiones en aquella vasta región. Los indios no arreaban por lo general el ganado lanar, no obstante que un número de éstos asumió proporciones muy importantes en la provincia de Buenos Aires, a tal punto que comenzaba ya a plantearse el problema de la falta de tierra para el pastaje. Ellos arreaban yeguarizos y vacunos, de los cuales obtenían el alimento y en su cuero todos los elementos necesarios para la vivienda, el recado, etc. aparte de que gran número de ellos los negociaban en los almacenes de campaña, próximos a sus campamentos. Los intereses de los propietarios de vacunos y lanares coincidían en el hecho de que los últimos necesitaban tierra para albergar sus majadas y aquéllos tranquilidad para asegurar el afianzamiento y progreso de sus estancias. Ésas tierras no podían obtenerse de inmediato en la provincia de Buenos Aires porque combatir allí a los indios era una tarea superior a sus fuerzas, y desde luego a sus fuerzas mermadas por la atención de la lucha contra las demás provincias de la Confederación; podían obtenerse en el sur de Santa Fe y de Córdoba, pero para que esas tierras pudieran ser alcanzadas por los ganaderos bonaerenses era necesario que cesara la desunión y que ellos formarán parte de la misma entidad política que integraban aquellas provincias. La coincidencia de los intereses de laneros y propietarios de vacunos, empujaba pues a la unidad y en efecto en cuanto ella tuvo lugar, la utilización de las tierras de referencia por parte de los ganaderos de Buenos Aires, comenzó a realizarse en forma muy decidida; la atención continuada de las fronteras permitía expandir las estancias en nuevas tierras y la unidad haría que pudieran dedicarse mayores fuerzas a la tarea de afianzar y profundizarlas. Esta necesidad derivada del desenvolvimiento de la ganadería pudo coincidir con un análogo propósito unitario expresado por parte del resto de la Confederación; ello permitirá a Buenos Aires reforzar su posición, imponer sus condiciones y hacer prevalecer entre éstas la que establecía la independencia de las provincias para dictar su propia constitución, la eliminación de los impuestos a la exportación de productos ganaderos y la postergación del problema de la federalización de Buenos Aires.
Se sabe que este último dependía aún de adecuar la libre navegación de los ríos del sistema del Plata a los intereses de los ganaderos de Buenos Aires. La unidad de Buenos Aires y navegación del sistema del Plata interesaba a tres países hasta 1562, y a cuatro, a partir de esta última fecha. Tanto la Argentina como el Brasil habían destinado la última decena anterior a la de 1860 a realizar los mayores esfuerzos en pro de la consolidación de su Estado nacional. La base física de esa obra dependía por supuesto de la existencia de un sistema de comunicaciones que permitiese la formación del respectivo mercado interior; pero este sistema de comunicaciones, cuando se refería a zonas distantes entre sí, no contaba con otro recurso técnico que el río. Los caminos no existían y el ferrocarril no era todavía un elemento accesible a las necesidades americanas. Toda la zona oeste y sudoeste del Brasil, desde el inquieto estado de Río Grande hasta los de Paraná y Matto Grosso, dependía para el tránsito de su producción de los ríos del sistema del Plata. Toda la producción de Matto Grosso y Paraná alcanzaría el mercado de Río de Janeiro y por extensión el europeo pasando por los ríos Paraguay y Paraná; parte de la de Río Grande, estaba vinculada a la navegación del río Uruguay. La de los dos primeros se realizaba a partir de 1852 y de la caída del doctor Francia, con relativa liberalidad; la del río Uruguay se practicaba en su tramo superior asiduamente entre Barra Concepción y Monte Caseros, mediante una flota de relativa densidad; al amparo de la pequeña dimensión de algunas unidades ellas cruzaban e1 Salto Grande en los estados de creciente y de aguas medias, vinculando la producción del alto Uruguay con las poblaciones argentinas y uruguayas situadas aguas abajo del Salto y facilitando la salida de aquéllas hasta los puertos brasileños del Atlántico. Cuando el calado de estas embarcaciones, merced al impulso recibido por la mayor productividad fue creciendo, el Uruguay quedó fraccionado en dos sectores: uno situado al norte del Salto Grande y el otro al sur de Concordia; el lazo de unión fue el tramo ferroviario construido en 1866 entre Concordia y Monte Caseros, origen de la red posterior del Entrerriano primero, y del Noreste Argentino, luego.
Hacia 1862, cuando a raíz de la muerte de Carlos Antonio López tomó el mando del Uruguay su hijo Francisco Solano, existía entre los tres países interesados en la navegación.